martes, 2 de julio de 2013

Arthur Rosenberg. Democracia, socialismo y lucha de clases: De la antiguedad hasta hoy


En esta breve sección es interés presentar a Arthur Rosenberg, un olvidado intelectual alemán y, sin embargo, uno de los marxistas más brillantes y destacados del siglo XX. Contemporáneo de Gramsci, representa con él un potencial de renovación del pensamiento socialista de la década del 20, interrumpido por el stalinismo y la derrota de la izquierda en Europa.




A
rthur Rosenberg nació en Berlín en 1889. Se formó en historia antigua y arqueología. Entre sus profesores se encuentra el helenista ultraconservador Eduard Meyer, definido por Ortega y Gasset como el "más importante historiador de los últimos treinta años". Hacia 1914, en el inicio de la primera guerra mundial, Rosenberg era un prestigioso académico especialista en la historia constitucional romana y en historia antigua general. Durante la guerra, se mostró a favor de la contienda y sostuvo su apoyo al régimen alemán. De este modo trabajó hasta 1918 para el centro de espionaje de su país. 
Más tarde, con la derrota alemana y el terremoto social que se produjo, Rosenberg atraviesa una crisis moral que implica un giro de 180º en su pensamiento político. Comienza participando en el socialismo independiente para luego afiliarse y militar activamente en el partido comunista alemán (KPD). En este partido tuvo roles destacados, como su participación en el V Congreso de la Internacional Comunista, su membresía en el Comité Central y su diputación.  
Rosenberg integra, junto con Karl Korsch, Antonio Gramsci y Georg Luckács, entre otros, una generación marcada por la revolución rusa, en el año 1917, y el quiebre de la primera guerra mundial; esta generación será la protagonista de las oleadas rojas que caracterizará la década del veinte europeo.  En el año 1927, cuando la Internacional Comunista define la sectaria estrategia de "clase contra clase", que caracteriza –entre otras cosas- a la socialdemocracia como fascismo encubierto, se aleja del partido para reintegrase a la academia, sin abandonar su posición ideológica. Ante la llegada al poder del nazismo y la creciente violencia contra socialistas, trabajadores y minorías étnicas y sociales,  Rosenberg se exilia, primero en Liverpool y luego en Nueva York, donde muere en el año 1943. 
Desde su llegada Nueva York hasta el final de sus días, participará activamente de los distintos grupos de izquierda de los exiliados y será uno de sus referentes intelectuales. Es por medio de uno de estos grupos -Avukah, una organización sionista de izquierda- que, por ejemplo, Noam Chomsky lo conoce y estudia con él.
 Por último, algunos de sus libros más importantes son: Historia de Roma (1921) y Democracia y lucha de en la Antigüedad (1921) -ambos escritos para la escuela de formación del KPD-, Historia del Bolchevismo(1932), Fascismo como movimiento de masas(1934) y Democracia y Socialismo(1938).

Su pensamiento hoy
Rosenberg es, en la actualidad, para el marxismo, un pensador de segunda categoría y para el mundo académico directamente desconocido. La razón de esto, argumenta Joaquín Mirás, es su independencia de criterio, que lo aleja en su momento del KPD aunque sin abandonar las banderas socialistas. Esta independencia de criterio lo acerca al marxismo heterodoxo de Korsch, con quien tenía una abierta vinculación intelectual, y al comunismo de izquierda. Con los autores nombrados y también con Gramsci y Luckacs, Rosenberg representa la potencial renovación del marxismo interrumpido por la derrota del movimiento obrero en Europa y por el stalinismo en la Unión Soviética. 
Entre sus definiciones más importantes se encuentra la de Democracia: "La democracia como una cosa en sí, como una abstracción formal no existe en la vida histórica: la democracia es siempre un movimiento político determinado, apoyado por determinadas fuerzas políticas y clases que luchan por determinados fines. Un estado democrático es, por tanto, un estado en que el movimiento democrático detenta el poder. La democracia como movimiento político se descompone en democracia socialista y democracia burguesa. La democracia social apunta al autogobierno de las masas, en el que los medios de producción socialmente importantes deben estar en manos de la colectividad...La democracia socialista no ha sido, sin embargo, hasta ahora todavía capaz de apoderarse del poder en un estado...La democracia burguesa apunta igualmente al autogobierno de las masas populares pero manteniendo el principio de la propiedad privada."
Como investigador de historia clásica, Rosenberg entronca al socialismo en la tradición emancipatoria plebeya que engloba como movimiento democrático. Con este marco describe las luchas de clases que se dan en la Atenas antigua entre los trabajadores asalariados y la burguesía de aquella época. También, utilizando la interpretación de Albert Mathiez, reconoce en Robespierre y la montaña el resurgimiento moderno del movimiento democrático. Así lo afirma cuando cita las palabras de Babeuf: "Si se resucita al robespierrismo, se puede estar seguro de resucitar la democracia.”
Sobre la relación de la democracia y el socialismo  Rosenberg afirma que "Con todo, alrededor de 1848, la democracia y el socialismo no coincidían completamente para Marx y Engels. El proletariado puede ejercer ciertamente el poder político en el Estado; pero esto no basta todavía para poner en práctica la comunidad de bienes correspondiente. No obstante esto, para la generación de 1848 la democracia y el socialismo, eran fuertemente afines.". Con estas breves palabras sintetiza la compleja relación de la democracia y el socialismo y enriquece el debate sobre la posibilidad de un programa socialista. 
Por su parte, Rosenberg puede situarse entre los mejores historiadores ligados al materialismo histórico, precursor de la escuela de historiadores británicos comunistas; Hobsbawn lo calificó como un marxista "muy inteligente". En sus trabajos excede el análisis de las fuerzas económicas, para integrarlas en un todo, junto con las relaciones sociales y las instituciones. 
En la actualidad, luego de la caída del socialismo realmente existente y de la reciente debacle de la socialdemocracia europea, en un momento de viva revisión de la tradición marxista, Rosenberg vuelve a cobrar actualidad. Dejado de lado como un pensador maldito, es hora de que salga a la luz los brillantes aportes que contribuyeron a entender mejor el socialismo, en clave histórica. 

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