"Lukacs había
comprendido cómo, tras la segunda guerra mundial había surgido una industria
capitalista para el consumo, o productora de bienes de consumo, que había
conseguido penetrar la vida cotidiana de las clases subalternas, y liquidar las
viejas culturas populares, urbanas y campesinas, autogeneradas por los propios
individuos mediante su hacer autotélico, y que era el suelo de la protesta y la
oposición al capitalismo.
En consecuencia, la actividad política debería asumir la
tarea de reflexionar sobre este grave problema y encontrar formas de hacer
política que devolvieran a las clases populares su autonomía cultural y su
dominio sobre la vida cotidiana.”
Conversaciones con Lukács
Recientes noticias ligadas al plano de la
política cultural del Estado nacional y de la ciudad de Buenos Aires han
generado un debate en torno a la relación de política y cultura. Este artículo
se propone brindar conceptos básicos para el análisis de la relación de
política y cultura; describir las iniciativas más trascendentes en política
cultural de los últimos años; y, por último, analizar, de forma comparada, la
política cultural del gobierno nacional y el gobierno de la ciudad.
De forma
creciente, se ha instalado en la sociedad un debate acerca de la relación entre
cultura y política. Esto acompaña la creciente politización de la sociedad que
entiende el rol fundamental que ocupa la cultura en cuanto desarollo de las
ideas y valores políticos de las personas. Así, iniciativas en materia de
política cultural, que otrora se consideraban secundarias para el común de la
gente, han sido objeto de fuertes debates. Gracias a diez años de crecimiento
económico sostenido y a una fuerte política nacional de inclusión social, la
sociedad se ha revitalizado.
Lo importante se
vuelve ahora definir cuál es la cultura que emerge. La mera culturización de
los sectores populares no garantiza su sentido progresista. Ya Max Horkheimer,
filósofo y miembro de la Escuela de Frankfurt, se lamentaba y advertía: “No
criticamos la cultura de masas porque dé demasiado al hombre o porque le haga
la vida demasiado segura, sino porque hace que los hombres reciban demasiado
poco y demasiado malo, se adapten a la injusticia y el mundo se cristalice”[1].
La cultura, para mantener su sentido progresista, debe estar ligada a la
creación democrática del pueblo, sin imposiciones ni condiciones[2]. Es decir que el rol del Estado debe ser
garantizar las condiciones para un libre e igual desarrollo de los actores de
la cultura.
¿Qué
cultura? Cultura, sociedad y Estado
Si existe una
cultura popular es debido a que la cultura no es homogénea, como no es
homogénea la sociedad. El patrón central que genera diferencias en el campo de
la cultura es la dinámica de clases sociales. En relación con la lucha de
clases y el desarrollo de la sociedad el concepto de cultura ha ido
evolucionando también. En los últimos siglos, en conjunto con la aparición del
pueblo en el ámbito político y civil, ha tomado más fuerza el concepto de
“cultura popular”. En términos clasistas, este concepto se contrapone al de
“alta cultura”, ligada a una visión aristócrática y elitista de la cultura.
Theodor Adorno,
filósofo y colega de Horkheimer en la “Escuela de Frankfurt”, señala que en un
principio, cuando las clases subalternas no participaban de los ámbitos
políticos y, por lo tanto, no existía una política de la clase dominante hacia
la cultura popular secular, la cultura popular era de por sí progresista[3].
La “maldición” que encuentra con el arribo de la modernidad es que “la actual
cultura de masas parece ser su adhesión a la ideología casi intacta de la
primitiva sociedad de clase media, en tanto que las vidas de sus consumidores
están completamente fuera de tono con esa ideología” (Adorno, 2002: 13). Para
Adorno, la cultura popular sufre un proceso cada vez mayor de alineación,
transformándose en los valores y normas para “una estructura social cada vez
más jerárquica y autoritaria”. Esto es posible por una “industria cultural” que
se impone sobre la cultura popular espontáneamente generada.
En el mismo
sentido se expresa el extracto de Lukacs con el que comienza el artículo.
Gyorgi Lukacs, filósofo marxista húngaro, contemporáneo de Horkheimer y Adorno,
advertía que, a lo largo del siglo XX, el capitalismo había logrado penetrar en
“la vida cotidiana de las clases subalternas”. Sin embargo, a diferencia de
Adorno, Lukacs veía una alternativa posible en la democracia, en su sentido
profundo, y en la capacidad de autonomía[4]
de las clases subalternas.
También, tiempo
antes, el dirigente comunista y filósofo Antonio Gramsci había advertido de los
cambios culturales y sociales los avances del “americanismo”, concepción social
ligada al fordismo. Con este novedoso estado de situación, Gramsci advertía que
la densidad cultural de la sociedad aumentaba y que la disputa política iba
desarrollarse sobre todo en el campo de la cultura, en sus distintas
expresiones (Gramsci, 2009)
La
batalla cultural: ¿democracia o mercados?
La reciente
creación del Ministerio de Cultura a nivel nacional y, por otra parte, la serie
de persecusiones y clausuras en la ciudad de Buenos Aires ha provocado una
fuerte polémica en el mundo de la cultura. El contraste entre ambos hechos
evidencia que la política cultural implica un abanico de opciones. Estas
opciones no son aleatorias, sino que son premeditadas y llevadas adelante bajo
una determinada concepción ideológica.
A nivel
nacional, la creación del Ministerio de Cultura culmina una serie de
iniciativas del gobierno nacional que expresan la decisión de otorgarle a la política
cultural un rol central. El concepto central para observar la política
cultural, a nivel nacional, en estos diez años, es la idea de democratización.
Esta idea implica no sólo la ampliación del acceso a las manifestaciones
culturales, sino también la multiplicación de las voces. Democratización
implica universalización de la práctica cultural, garantizar libres e iguales
condiciones de producción. Las consecuencias de la democratización son
múltiples. Una de estas, quizá la más importante, es la progresiva
desmercantilización de la cultura dado que, con el fomento a los pequeños
artistas y productores culturales, la lógica del negocio queda atenuada ya que
no es el mercado quien regula el sector.
Estos valores democratizadores que llevó adelante el kirchnerismo en su
gestión revitalizó la sociedad y permitió que florezca un rico mundo de cultura
autogestiva.
Las últimas
iniciativas en materia cultural, llevadas adelante por el Estado nacional, se
desarrollaron estimuladas por la ley de servicios audiovisuales (l. 26522).
Esta ley quebró décadas de regulación legal favorables a la concentración de
los medios de comunicación. Ya desde su formulación, el Frente para la Victoria
buscó implicar a toda la sociedad en su debate; invitó a periodistas, intelectuales
y agentes de la comunicación de todo tipo para que se expresen en torno a la
ley. El kirchnerismo evidenció el
contraste entre la concentración de los medios de comunicación y, por otra
parte, la posibilidad de una la democracia comunicacional, llevada adelante por
los medios barriales, autogestivos, independientes. La decisión por parte del
Estado nacional de intervenir y regular el “mercado” de la comunicación abrió
las puertas a futuras regulaciones de la sociedad civil. Esto se debe a que
ofreció una alternativa de protección y distribución de recursos en un ámbito
que se creía hasta entonces solamente regulado por el mercado; no sólo eso sino
que intervino en uno de los ámbitos más desiguales del plano de la cultura.
Junto con la ley
de servicios audiovisuales surgió, poco tiempo después, el proyecto de la “ley
de música”[5].
Distintos gremios de músicos comenzaron a trabajar en una propuesta que logre
amparar su trabajo y su espacio en la cultura. Al igual que muchos otros
agentes culturales, los músicos quedaban desprotegidos económicamente frente a
los empresarios que les imponían sus condiciones. En el avance de la votación
de la primera parte del proyecto, gran parte del espectro de músicos avanzó en
su conciencia como trabajadores de la cultura así como en su organización como
colectivo. Un elemento importante que los músicos, especialmente los agrupados
en la UMI (Unión de Músicos Independientes), tuvieron en cuenta es la
importancia de la desmercantilización de la cultura para lograr un arte pleno.
Es ejemplar el fundamento central por el cual los músicos promueven el proyecto
de ley: "Es Función del
Estado hacer política Cultural en forma directa, pero también hay una necesidad
de expresión artística de los Pueblos que hay que promover, son los anticuerpos
Culturales que genera una Sociedad ante lo Hegemónico de un Mercado cada vez mas Globalizado. Es
por eso que para contener y fomentar parte de esas expresiones artísticas es
que el Estado debe darle herramientas a la sociedad, para que la sociedad,
pueda hacer política Cultural a través de sus artistas" (
www.musicosconvocados.com)
Por último, para
delimitar las ejemplificaciones, se añade el proyecto de ley para la protección
a las revistas culturales e independientes[6].
Este proyecto, llevado adelante por el diputado nacional Jorge Rivas y ARECIA
(Asociación de Revistas Culturales Independientes), busca proteger el emergente
mundo de revistas autogestivas que se encuentra amenazado por las acciones
agresivas de los grandes actores que controlan el mercado. Proteger y fomentar
las revistas autogestivas e independientes garantiza la democracia, la
pluralidad de voces y también evita la producción cultural condicionada por las
demandas del mercado.
En oposición de
lo que sucede a nivel nacional, en la ciudad de Buenos Aires, el gobierno que
encabeza Mauricio Macri extiende una política cultural guiado por una
concepción neoliberal de la cultura. Así, el Pro busca eliminar toda práctica
cultural que no esté concebida por lógicas mercantiles, es decir que busca
eliminar las prácticas culturales ligadas a lo autogestiva o independiente.
Esto tiene como fin garantizar una competencia donde los grandes empresarios de
la cultura ligada al espectáculo y la comunicación tengan más facilidades para
sus negocios. Esta política fomenta la concentración de la producción cultural
a su vez que la mercantiliza.
Un ejemplo de
esto ha tomado carácter público en las últimas semanas. La sistemática
persecución y clausura de centros culturales por partes de inspectores del
gobierno de la ciudad se ha vuelto noticia. El alegato que utilizan los
funcionarios públicos es la falta de habilitación ante el uso comercial en una
actividad. Sin embargo, lo que esconde el alegato de los funcionarios es la
intención de prohibir las manifestaciones de la cultura popular por fuera de
los circuitos comerciales establecidos. Existen más de 50 centros culturales
clausurados, con un sinnúmero de personas y artistas afectados. La clausura de los centros cultura no es una
política aislada para el gobierno de la ciudad, puede a esto añadirse la
persecución de los artistas callejeros y el vaciamiento de los talleres en
escuelas y centros culturales dependientes del gobierno de la ciudad.
Conclusión
El kirchnerismo
ha impulsado una política cultural democratizadora, que estimula y protege la
propia producción cultural de la sociedad. Esta política se encuentra en franca
oposición a una concepción de la política cultural neoliberal. Ésta supone una
cultura regulada por el mercado y, por lo tanto, donde los valores de los
grandes actores se imponen. El macrismo, gobierno en la ciudad de Buenos Aires,
es una clara expresión de una concepción neoliberal de la cultura. Desde la ley
de servicios audiovisuales, por parte del Estado nacional han habido múltiples
iniciativas progresistas en materia cultural. Estas iniciativas comparten una
base común, independiente y autogestiva.
También es
importante aclarar que aunque en los últimos años se ha dado un gran avance en
materia de política cultural todavía queda un gran camino por recorrer. A pesar
de todo, siguen siendo los grandes medios concentrados los principales actores
culturales. Su capacidad de producción y su capilaridad en la sociedad es mayor
que la del Estado. Es por eso que también es importante señalar que solamente
con la aprobación de las leyes no alcanza sino que es necesario la decisión
política de ejecutar a fondo lo que se vota.
Hoy nos
encontramos con una sociedad con una intención cada vez mayor de
autogestionarse y de ser dueña de su producción social. Este ímpetu nació en la
peor crisis del país, en el año 2001, se materializó y cobró fuerza durante
todo el kirchnerismo. La simultánea politización y producción cultural popular
no es una casualidad, sino que responde a un fortalecimiento de la conciencia
de las clases populares. Éstas, cada vez más conscientes de su propia realidad
van forjando sus propias herramientas, económicas, políticas y culturales.
Bibliografía
Adorno, Theodor W (2002). Televisión y cultura de masas. Ediciones
Lunaria. Buenos Aires.
AAVV (1971). Conversaciones con Lukács. Alianza. Madrid
AAVV (2006). Diccionario de la lengua española. Real Academia
Española. Buenos Aires
Bertomeu, María Julia (2006). “Terry Eagleton: La crítica
cultural, la filosofía y el socialismo”. Revista Sin Permiso. n°1. España
Gramsci, Antonio (2009). Antología. Siglo XXI. Buenos Aires
www.revistasculturales.org.ar
Agradezco
a mis compañeros de militancia los comentarios, aportes y sugerencias para este
artículo.
Andrés Imperioso. Licenciado en
Ciencia Política (UBA). Asesor parlamentario del diputado nacional Jorge Rivas
(FpV). Miembro de la Red de Casas del Pueblo.
[1] Citado en Adorno, Theodor W. Televisión y cultura de
masas. Ediciones Lunaria. Buenos Aires. 2002
[2] No es casualidad la estrecha relación de la economía
social y el movimiento cultural. Ambas actividades son complementarias y tienen
una concepción común autogestionaria y democrática. Además, la economía social
permite relaciones económicas mediadas por lo humano, un fin que se encuentra
también en la cultura.
[3] Así lo señala: ”Una de las diferencias significativas
parece ser que en el siglo XVIII el propio concepto de cultura popular -que en
sí mismo avanzaba hacia una emancipación de la tradición absolutista y
semifeudal- tenía un significado progresivo, haciendo hincapié en la autonomía
del individuo como ser capaz de adoptar sus propias decisiones” (Adorno, 2002:
13)
[4] Lukács recupera a un Marx aristotelizado y al
concepto de hombre como ser praxeológico cfr. “Terry Eagleton: La crítica
cultural, la filosofía y el socialismo” de María Julia Bertomeu (Sin Permiso,
n°1, 2006)
[5] La primera
parte del proyecto se encuentra aprobada y es ley (l. 26801). ver www.musicosconvocados.com
La Creación de un
Circuito Cultural Social que tenga como función acercar distintas expresiones
musicales a sectores que tengan escaso o nulo acceso a esta manifestación del
arte
La Formación
Integral de un Músico poniendo énfasis en el conocimiento profundo y organizado
de los distintos Derechos Intelectuales (Compositor y Autor, Intérprete, y
Productor Fonográfico ) y de sus derechos laborales
[6] Para conocer más acerca del proyecto de ley y del
estado de situación de las revistas culturales en Argentina, ver:
www.revistasculturales.org