martes, 22 de diciembre de 2015

La Navidad de Eleanor “Tussy” Marx



Las fiestas de fin de año suelen asociarse al forzoso encuentro social, casi siempre familiar, y también, mediante una cultura establecida, con la excusa mediante de los regalos. al consumo. Todo esto parece encontrarse en las antípodas de lo que significa socialismo y a la figura de Karl Marx. Más allá de la diferencia de la navidad actual con respecto a la festividad de aquellos años, esta pequeña historia que cruza el entorno de Marx con esta fecha merece ser contada.  
Las leyendas que rodean la historia de la vida del filósofo más influyente del mundo moderno se extienden inevitablemente por todos los laberintos de la imaginación, pero pocas veces con fundamentos sólidos y creíbles. Siendo uno de los personajes históricos más difamados de la historia, por parte del temor de los poderosos, la imagen de Marx y su entorno ha estado ligado a la idea de un oscuro y frío hombre de barba larga, alemán,  encerrado leyendo y meditando abstractamente, sin capacidad de establecer lazos emocionales con el mundo. Continuando con este prejuicio,  Marx era observado como un racionalista radicalizado, un materialista incapaz de dejarle lugar al aspecto humano del mundo. Por el contrario, en esta búsqueda intelectual que realizaba Marx, como bien se ocupó de señalarlo -o mejor, de denunciarlo- Maximilien Rubel, se encontraba a un humanista, militante comprometido con la causa libertaria de la humanidad, más cercano al feliz salvaje de Rousseau que al tecnócrata de Saint Simon.
Un ejemplo para conocer el sacrificio que realizó Marx en su lucha inclaudicable por el socialismo, lo podamos encontrar puertas adentro de su casa. “Mohr”, apelativo familiar, tuvo con su mujer de toda la vida, la baronesa Jenny Von Westphalen, seis hijos, de los cuales sólo tres alcanzaron la mayoría de edad (Jenny, Laura y Eleanor); los demás, debido al forzoso exilio, no pudieron sobrevivir en la miseria.
Sin embargo, a pesar de las trabas económicas y sus consecuencias, la familia Marx nunca dejó de brindarle una particular atención al cuidado, al cariño, y a la educación de sus hijos. Los amigos de la familia recordaban a Eleanor memorizar a Shakespeare, cuando apenas tenía tres años.
Aunque todas las hijas continuarán el legado político de Marx, será Eleanor quien más predilección tendrá por la causa y será ella quien se convertirá en su secretaria en los últimos años y, luego de su fallecimiento, continuará manteniendo un estrecho vínculo familiar con Engels, “el General” como lo apodaban cariñosamente.
El brillante historiador inglés, E. P. Thompson, en una reseña del libro de Ivonne Kapp “Eleanor Marx: Su vida familiar” (todavía se consigue en algunas librerías), advierte del peso que significaba para la hija menor de Marx el legado de su padre. Y lo que esto significó en el plano polìtico
Intentar clarificar sobre la personalidad de Marx y su entorno se puede aprovechar estas fechas navideñas para recordar una anécdota sobre la navidad; un viejo recuerdo de la hija menor de Marx, Eleanor, que aporta una curiosa anécdota desmitificadora de la imagen del marxismo como frío materialismo.  
Luego de la muerte de Marx, Tussy -apelativo familiar de Eleanor- ya era una importante activista del movimiento socialista inglés; “una política de la cabeza a los pies”, en palabras de su madre Jenny von Westphalen. Para 1885, había pasado por la Federación Socialdemócrata y estaba participando de la Liga Socialista, donde también participaba el eminente William Morris. Continuando a su padre, entusiasta militante, poseía un espíritu desprejuiciado y extraordinariamente sensible a los sentimientos humanos, sobre todo de los niños. Para octubre de ese año, lejos de cualquier prejuicio estereotipado que se tenga hoy, propone a la Liga organizar un árbol de navidad para los niños que participaban de la agrupación. Así lo advierte en una hermosa carta:
“No podemos hacer comprender tan deprisa a los niños que el Socialismo significa felicidad. Tal vez algunos amigos (tiemblo un poco de pensar en Bax) se opondrán a un árbol de Navidad. Si ellos, o èl, lo hacen voy a recordarles simplemente el origen de la festividad de Navidad; de la bella y antigua fiesta pagana que celebraba el nacimiento de la luz. Adoptemos, como los cristianos, esa vieja historia para nuestro propósito. ¿No es el Socialismo el auténtico -nuevo nacimiento-, con cuya luz desaparecerá la vieja oscuridad?”.
Eleanor continuaba con el espíritu de su padre, devoto por los niños  quien afirmaba que se le podían perdonar muchas cosas al cristianismo porque había enseñado a adorar a los pequeños. Por eso, ante una supuesta trivialidad como es la navidad, la sensibilidad de Tussy por los chicos no sorprende. Ella mantiene el espíritu humanista (socialista) con el que se crió.