martes, 4 de julio de 2017

La muchacha del siglo pasado de Rossana Rossanda (recomendación de lectura)




Recomendación de lectura: La muchacha del siglo pasado de Rossana Rossanda

Ayer me llamó contento un amigo para avisarme que había encontrado de oferta este libro en una librería de la calle Corrientes. Bien supo que este feliz descubrimiento me iba a interesar. Hoy ya lo tengo en mis manos. 
El género de las memorias políticas me interesa cada vez más. Sobre todo si es en el siglo XX, tan ambivalente. Y ni hablar, si es de militantes de izquierda, comunistas y socialistas, cúmulo de experiencias y de una profunda reflexión producto del sabor de la derrota con la que terminó el siglo. Este es el caso de la Rossanda, una de las más lúcidas e importantes dirigentes del ala izquierda del que supo ser el partido comunista más grande de occidente, el italiano.
Estas memorias fueron muy esperadas hasta llegar a mis manos. Y al empezar a leerla, a vuelo de pájaro, no defrauda. 
Para mejor, el prefacio está escrito por Mario Tronti, también comunista italiano, contemporáneo de la Rossanda, y fundador del operaísmo italiano. Ambos despliegan en sus páginas una lucidez que parece sobrehumana, tal como decían los contemporáneos de Robespierre.
El prefacio que escribe Tronti se titula "El relato de una elección". Comienza Tronti utilizando el título del libro "La muchacha.." para reflexionar sobre la propia condición humana de la autora, más allá de la figura política. Y en lo que se viene, se despliega medio párrafo que puede sintetizar la filosofía de las tensiones de la práctica política comunista del siglo XX, vale la pena citarlo textual:
"La presencia pública no agota la complejidad humana. Antes bien, esta última suele entrar en un doloroso conflicto con aquella. Y cuanto más se eleva la intensidad del acontecimiento histórico, tanto más chirría la forma de la respuesta íntima. Y siempre emerge con fuerza un sentimiento de insatisfacción: por no haber dado lo necesario desde el punto de subjetivo, por la dificultad de las condiciones objetivas o por la ignorancia de las fuerzas en liza. Circula por todo el libro un aura de dolorosa desproporción entre lo que es y lo que se hace. Una Stimmung (temperamento) del siglo XX. Y de esta suerte estamos siempre tratando de averiguar si la tentativa era demasiado ambiciosa o si hemos sido nosotros los que no hemos estado a la altura. Nosotros, esto es, la parte en cuyo destino se ha inscrito a partir de un determinado momento la existencia de Rossana Rossanda, conforme a una especie de penúltima decisión. Son muchos los que fingen no entender que el verdadero vínculo de hierro no era el que unía un partido a un Estado, sino el de un individuo, una mujer, un hombre, a una historia que les superaba." (la negrita es mía, nota de autor)
Esta Stimmung de la que habla Tronti, no sin cierto dejo de pesimismo, es el tema central que la izquierda del siglo XXI debería tener en cuenta en sus luchas. El siglo XXI ha sido hasta ahora ambivalente, con más retrocesos que avances, para nuestras ideas. Y es justamente por este motivo, ya sin la excusa de la URSS, que debemos escuchar con respeto y atención a nuestros antecesores. En particular, vale la pena hacerlo con la (sobrehumana) lúcida dirigencia de izquierda del Partido Comunista Italiano. Esta, pienso en Lucio Magri también, pudo anticipar los hechos que se avecinaban pero no pudo evitarlo, siguiendo la tentativa que plantea Tronti. El PCI es historia, se disolvió en los 90s en un clima de "fin de la historia", y la izquierda italiana todavía no se recupera del golpe. 
Este libro, como El sastre de Ulm de Magri, es el relato de una vida comunista. Y de una derrota. De un gran anhelo, que hoy se ve más lejano que entonces. Por eso, por lo menos en mi caso, no dejo de identificarme, desde el socialismo o el comunismo argentino. Las siguientes palabras con las que Rossanda ilustra la solapa, vale como síntesis de todo esto:
"...¿Por qué has sido comunista? ¿Por qué dices que lo eres? ¿Qué quieres decir? Sin un partido, sin cargos, cerca de un periódico que ya no es tuyo, ¿se trata de una ilusión a la que te aferras, por obstinación, por osificación?...La vicisitud del comunismo y de los comunistas del siglo XX ha terminado tan mal que es imposible no planteársela ¿Qué ha significado ser comunista en Italia desde 1943? Comunista como miembro de un partido, no sólo como un momento de conciencia interior en el que uno siempre puede arreglársela: ´Con esto o aquello no tengo nada que ver´. Comienzo interrogándome a mí misma"
Esta recuperación de la memoria de Rossanda no es en balde. Sus preguntas también son acertadas para hoy; para los militantes de izquierda o del campo popular, kirchnerismo, como prefieran, que sufrieron recientemente un duro golpe en el país, con la llegada de Macri al gobierno, por lo cual ahora atraviesan un crisis también, en algún modo, existencial. Para ellos van estas palabras. El siglo XXI ha traído fuertes ideas, pero no son ideas nuevas, no nos confundamos. Son ideas renovadas, milenarias por su sentido de justicia. La memoria para nuestros anhelos es vital. Comprender que la Stimmung de la que habla Tronti no es nueva y sólo afectó a nuestros procesos, sino que viene acompañando a la izquierda hace rato, como una sombra.
Sin embargo, a veces, como desafío para los escépticos, los avances se dan de forma irrisoria. En este caso puntual, no deja de serlo el hecho de que el conocimiento tan valioso de Rossana Rossanda llegue a nuestras manos producto de una mesa de saldos, es decir el remanente de libros que fracasó en sus ventas, y además en precio de oferta, producto de la crisis económica despiadada que atravesamos. Quizá Hegel, de forma irónica u optimista, lo llamaría la astucia de la razón.

Sea como sea, nuestro deber es que muchachos y muchachas del siglo XXI continúen la lucha. 

miércoles, 10 de mayo de 2017

Su concordia, nuestra justicia o Emilio Mignone y la teoría de los dos demonios

OPINIÓN //// 07.05.2017
Su concordia, nuestra justicia o Emilio Mignone y la teoría de los dos demonios
Se está llevando a cabo la segunda asamblea plenaria del año de la Conferencia Episcopal Argentina. Entre los temas tratados el segundo día se encuentra "lo vivido en la década del 70". Los obispos invitaron a Cristina Cacabelos, Graciela Fernández Meijide y Daniel D’Amico.


Por Andrés Imperioso* y María Teresa Piñero**

Para conocer la parcialidad del panel, basta googlear a Cristina Cacabelos. Google nos presenta a una abogada que, escudándose en sus familiares desaparecidos, tilda de "subversivos" a los asesinados por el terrorismo de Estado. Cacabelos no tiene problema en visitar a militares presos por crímenes de lesa humanidad, concepto que por supuesto ellos niegan.  Esta abogada fue una de las invitadas por la Conferencia Episcopal para hablar de "concordia".

La intención que subyace en la Conferencia Episcopal, revestida del concepto de "cultura del encuentro", es rehabilitar la teoría de los dos demonios. Peor aún, con la voz de un solo lado. Si "concordia" y "subversivos" son los conceptos que avalan los obispos, estamos retrocediendo a momentos de oscura defensa de la dictadura militar. Hablar de "cultura del encuentro" y "amistad social", hasta de "diálogo", al mismo tiempo que se invita a panelistas que siguen utilizando la denominación de "subversivos", parece más bien un giro retórico para encubrir la defensa de los torturadores presos. Sin duda, el negacionismo encubierto de la Iglesia se confirma cuando esta iniciativa va en paralelo con el fallo de la Corte Suprema del 2x1 para culpables por crímenes de lesa humanidad ligados a la última dictadura militar.

Desde la misma perspectiva católica, hablar de concordia remite al sacramento de la Penitencia, sacramento de la Reconciliación, necesaria para obtener el perdón de los pecados. No hablamos de haber dejado de ir a misa el domingo, de haber blasfemado o haber practicado algún tipo de magia, de haber buscado “el placer sexual en solitario”. Estamos hablando del pecado de matar al hermano, de infringir daños graves como la tortura, de robar niños a sus madres desvalidas, de arrojar desde aviones personas vivas al mar.

Desde siempre la Iglesia ha enseñado que para una buena confesión es necesario hacer un cuidadoso examen de conciencia para recordar todos y cada uno de los pecados graves cometidos, tener dolor por esos pecados, es decir, realizar un acto de contrición, de arrepentimiento, con el firme propósito de no volverlos a cometer, el propósito de enmienda.

De esa manera, el pecador puede recuperar la gracia, la paz y la serenidad. Se reconciliará con Dios. Se reconciliará también con la sociedad y con las víctimas si puede recordar y decir los pecados que cometió, a quién, cuándo, de qué manera, si puede dar explicaciones a las madres y esposas de los que asesinó, de los que torturó, si puede señalar dónde están sus restos.

Son pecados demasiado graves para que la Iglesia no intente una verdadera reconciliación para los pecadores, que debe incluir un verdadero y sincero examen de conciencia, el dolor por haberlos cometidos, un acto de arrepentimiento. Una reconciliación que intente ayudar a las víctimas a saber la verdad, esa verdad que guardan los pecadores y que hace 40 años que reclamamos.

En este momento vale la pena recordar a Emilio Mignone, un católico, fundador del CELS. Mignone fue un hombre formado por la Iglesia, tuvo un estrecho vínculo con ella a lo largo de su vida. Con el golpe de Estado, militares allanaron su casa y se llevaron a su hija Mónica, quien nunca más apareció. Desde entonces, fue un activo organizador de las denuncias nacionales e internacionales de los crímenes de lesa humanidad que estaban ocurriendo en el país y, por ese motivo, fundó el CELS.

Tiempo más tarde, pasada la dictadura militar, el Vaticano, con el Papa Juan Pablo II, lo invitó a participar de un acto de reconciliación. El se negó.

Las palabras con las que rechazó la invitación cobran hoy más fuerza y lucidez que nunca:

"Las dos clases de víctimas son totalmente diferentes. Las víctimas causadas por la guerrilla (que no pasaron de setecientos en diez años) están identificadas y reposan en sus tumbas y sus presuntos responsables (porque nunca hubo juicios para probar su autoría) fueron detenidos, torturados y asesinados por las fuerzas armadas o muertos en la calle o en sus casas.

En cambio los detenidos desaparecidos, secuestrados por las fuerzas armadas (que hasta ahora niegan su intervención), alcanzan 30.000 y hasta ahora se ignora el paradero de sus restos. Fueron torturados y asesinados estando en distintos lugares clandestinos. Se trató de un verdadero genocidio cometido por la dictadura militar destinado a exterminar a los potenciales disidentes (entre ellos dos obispos, Angelelli y Ponce de León, asesinados en seudoaccidentes automovilísticos, y dieciséis sacerdotes). Se estima que la inmensa mayoría de los detenidos desaparecidos (95%) carecían, como nuestra hija Mónica, de armas y adiestramiento combativo" (1).

(1) Extraído de Del Carril, Mario. La vida de Emilio Mignone. Emecé. 2011. Pág 358-359.

*Andrés Imperioso es licenciado en ciencia política (UBA) e investigador del Centro Cultural de la Cooperación
*María Teresa Piñero es querellante en los juicios de lesa humanidad y doctorando en Derechos Humanos (UNLA)

Fuente: http://www.agenciapacourondo.com.ar/opinion/su-concordia-nuestra-justicia-o-emilio-mignone-y-la-teoria-de-los-dos-demonios