En esta
breve sección es interés presentar a Arthur Rosenberg, un olvidado
intelectual alemán y, sin embargo, uno de los marxistas más brillantes y
destacados del siglo XX. Contemporáneo de Gramsci, representa con él un potencial de renovación del pensamiento socialista de la década del 20, interrumpido por
el stalinismo y la derrota de la izquierda en Europa.
A
|
rthur Rosenberg nació en Berlín en
1889. Se formó en historia antigua y arqueología. Entre sus profesores se
encuentra el helenista ultraconservador Eduard Meyer, definido por Ortega y
Gasset como el "más importante historiador de los últimos treinta
años". Hacia 1914, en el inicio de la primera guerra mundial, Rosenberg
era un prestigioso académico especialista en la historia constitucional romana
y en historia antigua general. Durante la guerra, se mostró a favor de la
contienda y sostuvo su apoyo al régimen alemán. De este modo trabajó hasta 1918
para el centro de espionaje de su país.
Más tarde,
con la derrota alemana y el terremoto social que se produjo, Rosenberg
atraviesa una crisis moral que implica un giro de 180º en su pensamiento
político. Comienza participando en el socialismo independiente para luego
afiliarse y militar activamente en el partido comunista alemán (KPD). En este
partido tuvo roles destacados, como su participación en el V Congreso de la
Internacional Comunista, su membresía en el Comité Central y su diputación.
Rosenberg
integra, junto con Karl Korsch, Antonio Gramsci y Georg Luckács, entre otros,
una generación marcada por la revolución rusa, en el año 1917, y el quiebre de
la primera guerra mundial; esta generación será la protagonista de las oleadas
rojas que caracterizará la década del veinte europeo. En el año 1927,
cuando la Internacional Comunista define la sectaria estrategia de "clase
contra clase", que caracteriza –entre otras cosas- a la socialdemocracia
como fascismo encubierto, se aleja del partido para reintegrase a la academia,
sin abandonar su posición ideológica. Ante la llegada al poder del nazismo y la
creciente violencia contra socialistas, trabajadores y minorías étnicas y
sociales, Rosenberg se exilia, primero en Liverpool y luego en Nueva
York, donde muere en el año 1943.
Desde su
llegada Nueva York hasta el final de sus días, participará activamente de los
distintos grupos de izquierda de los exiliados y será uno de sus referentes
intelectuales. Es por medio de uno de estos grupos -Avukah, una organización sionista de izquierda- que, por ejemplo,
Noam Chomsky lo conoce y estudia con él.
Por
último, algunos de sus libros más importantes son: Historia de Roma (1921) y
Democracia y lucha de en la Antigüedad (1921) -ambos escritos para la escuela
de formación del KPD-, Historia del Bolchevismo(1932), Fascismo como movimiento
de masas(1934) y Democracia y Socialismo(1938).
Su
pensamiento hoy
Rosenberg
es, en la actualidad, para el marxismo, un pensador de segunda categoría y para
el mundo académico directamente desconocido. La razón de esto, argumenta
Joaquín Mirás, es su independencia de criterio, que lo aleja en su momento del
KPD aunque sin abandonar las banderas socialistas. Esta independencia de
criterio lo acerca al marxismo heterodoxo de Korsch, con quien tenía una
abierta vinculación intelectual, y al comunismo de izquierda. Con los autores
nombrados y también con Gramsci y Luckacs, Rosenberg representa la potencial
renovación del marxismo interrumpido por la derrota del movimiento obrero en
Europa y por el stalinismo en la Unión Soviética.
Entre sus
definiciones más importantes se encuentra la de Democracia: "La democracia
como una cosa en sí, como una abstracción formal no existe en la vida
histórica: la democracia es siempre un movimiento político determinado, apoyado
por determinadas fuerzas políticas y clases que luchan por determinados fines.
Un estado democrático es, por tanto, un estado en que el movimiento democrático
detenta el poder. La democracia como movimiento político se descompone en
democracia socialista y democracia burguesa. La democracia social apunta al
autogobierno de las masas, en el que los medios de producción socialmente
importantes deben estar en manos de la colectividad...La democracia socialista
no ha sido, sin embargo, hasta ahora todavía capaz de apoderarse del poder en
un estado...La democracia burguesa apunta igualmente al autogobierno de las
masas populares pero manteniendo el principio de la propiedad privada."
Como
investigador de historia clásica, Rosenberg entronca al socialismo en la
tradición emancipatoria plebeya que engloba como movimiento democrático. Con este
marco describe las luchas de clases que se dan en la Atenas antigua entre los
trabajadores asalariados y la burguesía de aquella época. También, utilizando
la interpretación de Albert Mathiez, reconoce en Robespierre y la montaña el
resurgimiento moderno del movimiento democrático. Así lo afirma cuando cita las
palabras de Babeuf: "Si se resucita al robespierrismo, se puede estar
seguro de resucitar la democracia.”
Sobre la relación de la
democracia y el socialismo Rosenberg afirma
que "Con todo, alrededor de 1848, la democracia y el socialismo no
coincidían completamente para Marx y Engels. El proletariado puede ejercer
ciertamente el poder político en el Estado; pero esto no basta todavía para
poner en práctica la comunidad de bienes correspondiente. No obstante esto,
para la generación de 1848 la democracia y el socialismo, eran fuertemente
afines.". Con estas breves palabras sintetiza la compleja relación de la
democracia y el socialismo y enriquece el debate sobre la posibilidad de un
programa socialista.
Por su parte, Rosenberg
puede situarse entre los mejores historiadores ligados al materialismo
histórico, precursor de la escuela de historiadores británicos comunistas;
Hobsbawn lo calificó como un marxista "muy inteligente". En sus
trabajos excede el análisis de las fuerzas
económicas, para integrarlas en un todo, junto con las relaciones sociales y
las instituciones.
En la actualidad, luego de la caída del socialismo realmente existente y
de la reciente debacle de la socialdemocracia europea, en un momento de viva
revisión de la tradición marxista, Rosenberg vuelve a cobrar actualidad. Dejado
de lado como un pensador maldito, es hora de que salga a la luz los brillantes
aportes que contribuyeron a entender mejor el socialismo, en clave histórica.