lunes, 30 de noviembre de 2015

QUÉ SIGNIFICA SER DE IZQUIERDA EN EL SIGLO XXI - Por Jorge Tula*





Texto inédito

Derecha e izquierda son categorías y corrientes políticas fundamentales que han recorrido los últimos dos siglos, dejando huellas que no se pueden borrar hasta ahora.
            En el caso de la izquierda, su núcleo ideológico fundante es la idea de igualdad (ahora se dice de igual dignidad o valor de una persona), de la cual (OJO). Pero, además, otro signo distintivo de la izquierda es la creencia, la convicción, de que la sociedad podía ser conocida científicamente y que, por lo tanto era posible modificar su espontáneo desarrollo a través de un programa conscientemente elaborado que, a la vez, permitiría avanzar hacia el logro de esa meta irrenunciable que es la igualdad.
            En su largo recorrido la izquierda ha asumido formas históricas diversas de acuerdo a los tiempos y lugares. En un primer momento, la izquierda hace suya los reclamos de democratización política de las capas burguesas. Es la fase liberal de la izquierda. La segunda, es cuando la izquierda emprende un recorrido que le permite alejarse de condiciones  sociales y económicas que impedían avanzar hacia una igualdad mayor que la que otorgaban los presupuestos jurídicos-formales. Este largo periodo, que va de fines del siglo XIX hasta nuestros días, es la fase genéricamente socialista.
            En este segundo periodo se produce una fractura que habría de persistir hasta nuestros días. Dos lecturas diferentes de los acontecimientos y dos propuestas políticas que difieren estratégicamente transitarán hasta ahora alternando en lo que a éxitos políticos se refiere. Una tendencia revolucionaria, que logró gobernar el este europeo durante más de 70 años, hasta 1979, y China y otros países asiáticos que siguieron un mismo recorrido y que aún no han renegado de su pasado. Y por otro lado una tendencia reformista y gradualista, que tuvo logros notables en Europa occidental y que en estos últimos años ha sufrido los efectos del huracán neoliberal, que lograron erosionar los cimientos con los que había construido el Estado de bienestar.
            El pasaje de una fase a la otra, es decir de la izquierda liberal-radical a la izquierda socialista, significa un cambio profundo. El enemigo o adversario, como se quiera llamar, ya no es el mismo: ha dejado de ser el Antiguo Régimen para ser esa burguesía que empezaría a construir los pilares que sostenían el nuevo sistema económico que habría de llamarse capitalismo.

            Y cambia también, por cierto, el objetivo histórico fundamental, ya que de los derechos civiles y políticos se pasa a la exigencia de nuevas condiciones materiales de vida, a tratar de lograr lo que ahora llamamos derechos sociales.

          Y estos nuevos e inéditos reclamos son posibles, entre otras cosas, porque el sector social sobre el que se apoya este nuevo proyecto político ya no lo constituyen las capas burguesas, pequeñoburguesas y artesanas, sino esa nueva clase social que empieza a aparecer en un escenario que ya no es el mismo: la clase obrera.
            La segunda mitad del siglo pasado, cuando todavía las dos izquierdas  desempeñaban papeles protagónicos en el escenario mundial, una de ellas, la “izquierda revolucionaria”, empezaba a exhibir las falencias de sus construcciones políticas y sociales.
            La otra izquierda, la izquierda socialdemócrata, o sea el socialismo democrático, alcanzó una serie de logros que formaban parte de sus objetivos y que le dio un rasgo distintivo a la fase socialista. Además de fortalecer y aggiornar el disfrute no sólo formal de los derechos políticos y de los poderes democráticos, consiguió brindar a la gran mayoría de los ciudadanos altos grados de ocupación, de educación, de seguridad social, y generó una movilidad social que sólo se puede alcanzar cuando no se reniega de las aspiraciones a conseguir la mayor igualdad posible.
            El paso de una fase socialista a otra permitiría sostener, aunque sea provisoriamente, la creencia de que este fenómeno muestra no sólo la discontinuidad que existe por el hecho del tránsito de una fase a otra, sino también continuidad y conservación. O sea que estaríamos en presencia de un cambio que incorpora, que es capaz de redefinir, pero también se trata de una transformación que tiene presente que debe conservar algunas cosas. ¿Qué es lo que puede y debe conservar? Pues bien, debe conservar sus valores de igualdad, de participación democrática, etc., pero además tiene que conservar la creencia, la convicción de que la sociedad puede ser conocida mediante categorías interpretativas propias de los saberes científicos, y que, después de un abordaje de ese tipo, es posible modificar el desarrollo espontáneo de la sociedad, que podía llevar quien sabe adonde, aunque generalmente conduce al incremento de la injustita y de la desigualdad. Y, como decíamos anteriormente, los cambios progresivos sólo se podían lograrlos mediante  un programa conscientemente diseñado.
            Siguiendo con la idea de la transformación que conserva, que acompañó hasta ahora a las dos fases por las que transitó la izquierda hasta nuestros días, y que acaso debería seguir acompañándola en el futuro, y teniendo en cuenta que la segunda fase de la izquierda, la fase socialdemócrata, parece haberse cumplido, ingresamos en un especie de impasse, en el sentido de que estaríamos en un momento de redefinición de los objetivos, como seguramente lo hizo la izquierda en el tránsito de la primera a la segunda fase.
            That is the cuestion. Como sucede muchas veces en los distintos órdenes de la vida, ciertas cosas que consiguen generan un acostumbramiento que impiden avanzar hacia cosas nuevas que requieren de diversas experimentaciones y experiencias para que pueda lograr que sean consideradas como conquistas que favorecen el desarrollo de cada uno de nosotros. Ese acostumbramiento a las pequeñas cosas de la vida que han mejorado nuestra existencia, también se extiende, por ejemplo, a las instituciones que teníamos como telón de fondo y que ni siquiera advertíamos de su existencia mientras ellas ordenaban la sociedad y resguardaban los logros adquiridos.
Ese acostumbramiento generalmente también interviene para frenar y hasta detener esa tendencia del pensamiento y de la razón a la innovación por que ellos mismos necesitan de ella para no traicionarse a sí mismos. Pero sin embargo pueden llegar, el pensamiento y la razón, a creer, por ejemplo, que esos artefactos que han sido capaces de imaginar y de poner en funcionamiento para evitar que la vida de mujeres y hombres transiten por avenidas en donde el desorden puede llegar hasta quitar la vida de los seres humanos, que esos artefactos, a los que se designa con el nombre de instituciones,  y las formas que les han sido dadas, le han sido provistas de una vez para siempre. Acaso olvidando que toda creación humana se realiza en determinadas condiciones históricas, y que las mutaciones a las que nos tiene acostumbrados la vida y la historia: la vida que es pasado, presente y futuro, para que haya futuro, porvenir; y la historia que registra el largo recorrido que mujeres y hombres han realizado, y que nos muestra las dificultades y los logros alcanzados, tal vez para enseñarnos que nuestros hijos y nietos no serán iguales que nosotros, que el entorno que lo rodeará, necesariamente influirá sobre sus pensamientos, sobre sus sentimientos, sobre sus fantasías, sobre su imaginario, y que todas estas cosas hará de ellos personas diferentes a nosotros, con aspiraciones que no serán como las nuestras, con necesidades también distintas, con comportamientos que tendrán poco que ver con los nuestros. Las instituciones, esas especie de semáforos que permiten ordenar el tránsito que nosotros realizamos por las avenidas de la democracia, ¿seguirán funcionando como ahora, más o menos bien, más o menos mal, o los atascamientos de tránsito serán cada vez peores hasta el extremo de la intransitabilidad? ¿Seguiremos utilizando los mismos semáforos o daremos rienda suelta a nuestra imaginación e inteligencia para crear otros artefactos que de nuevo vuelvan a permitir un tránsito más o menos ágil?

 
En varios lugares, acaso en el mundo todo,  y desde hace algún tiempo se viene padeciendo y denunciando la distorsión de las sociedades en las que nos toca vivir ahora, los procesos de globalización que se manifiestan en el mundo no solamente económico, sino que también afecta la escena política y otros aspectos importantes de la vida de nuestras sociedades, como las consecuencias dramáticas de los procesos de cambio que se están dando sin protección alguna de quienes se ven más afectados, la fragilidad de los vínculos afectivos, el surgimiento de identidades “líquidas” e inestables, como dice Zygmunt Bauman, que se caracterizan por la incapacidad para aceptar responsabilidades y compromisos duraderos.
A este nuevo clima de época que ahora vivimos, Colin Crouch lo ha designado con el nombre de “posdemocracia, y dice que se trataría de un periodo de declinación que sigue a los periodos de democracia fuerte. Se trataría entonces de un momento en el que continúan manteniéndose las instituciones democráticas, pero con síntomas de una enfermedad que avanza progresivamente sobre esa democracia activa que alguna vez se insinuó incluso en nuestro país, y que se concretó mejor en otros lados, hasta tal punto que resiste mejor que nosotros los embates de esa nueva expresión del capitalismo que no está llevando a la disgregación.
Así las cosas, se hace necesario mencionar algunas manifestaciones de este trastorno: una notable disminución de los deseos de participación, declinación política de las clases sociales que fueron actoras principales del proceso que dio lugar a la democracia de masas, nacimiento de nuevas clases sociales que carecen aún  de voz autónoma, crisis de los partidos políticos, banalización de la discusión política, aparición de los medios de comunicación masiva como los nuevos mediadores entre las necesidades de los diversos sectores sociales y gobierno, incremento de la manipulación mediática, etc.. Hasta hace no mucho tiempo esto, o parte de todo esto, estaba presente en la vida social y política de nuestro país y el mundo en una dosis que no perturbaba con intensidad el funcionamiento de una democracia que aspiraba incluso a ser mejor.
Cuando nos referimos a este pasado aludimos al periodo inmediatamente anterior al que hemos designado como posdemocracia, es decir a aquel periodo de la economía capitalista en el que se consideraba que era conveniente avanzar promoviendo y adquiriendo trabajo, y en un escenario que tenía como actor de primera línea a un Estado preocupado por una justicia que facilitaba la transacción laboral. Y esta intervención estatal para brindar una vida digna no sólo se llevaba a cabo para satisfacer un reclamo de tipo ético, sino que además se realizaba porque existía el convencimiento de que se trataba de una intervención racional y segura. Y, desde luego, esto se podía poner en práctica porque el Estado había logrado dar vida a un ámbito adecuado para que se lleve a cabo el “matrimonio entre poder (la capacidad de hacer las cosas) y política (la posibilidad de dirigirlas)”. Como podrán advertir el periodo que acabamos de describir sumariamente es esa segunda fase de la vida de la izquierda.
Sin embargo, no hubo de pasar demasiado tiempo para que ese matrimonio se divorciara y para que tengamos ante nosotros, por un lado a la política sin poder, y por el otro el poder emancipado del control político y con libertad para pasearse jactanciosamente y sin traba alguna por el espacio global. En este escenario, como es obvio, en cada la política ha empezado a tener mayores dificultades para resolver sus problemas en los espacios nacionales y para trascender las fronteras locales e intervenir en esos lugares en donde ahora se decide, con mayor intensidad que antes, su destino.
En esta breve reflexión hemos abundado sobre el escenario global, porque cada vez se hace más difícil para la política transitar sólo por los territorios nacionales, pensar sólo en y para el escenario local. Si así fuera, debemos esforzarnos por mirar más allá de nuestras fronteras, para leer en ese libro abierto que es el mundo y que está escrito en diversos idiomas, percatarse de que cada vez es más importante beber del vaso de otras culturas y aprender lo que ellas pueden brindar. Y que si no entendemos esto los argentinos, ingresaremos con mayores dificultades en el futuro.
En este nuevo panorama, además, el instrumento por excelencia al que recurrían las organizaciones políticas de izquierda para intervenir e impedir o atenuarlas diversas manifestaciones de disgregación que siempre acompañan a las políticas capitalistas, carece de la fuerza e inteligencia que hasta hace no mucho tiempo tuvo. Porque el estado, a él nos estábamos refiriendo, ya no es el mismo. Y tampoco lo es ese intérprete y trasmisor de las demandas y energías sociales que era el partido de masas, y que tenía tal envergadura que era algo así como un Estado dentro del Estado. Quienes hacen de trasmisor ahora son los medios de comunicación de masas, y el papel de intérprete en buena medida está vacante porque quien lo había sido hasta hace poco actualmente padece de limitaciones que le impiden actuar con inteligencia y decisión en un mundo que, ahora, apenas entiende. Y, por otro lado, porque cualquier otro pretendiente carece de la envergadura que requiere una sociedad y una ciudadanía más exigente en ciertas cosas, y, por otro, más permeable a los cantos de sirenas. Y también más compleja.
 
Si el mundo que vivimos ya no es el mismo, si las relaciones sociales tampoco, si las formas de producción poco o nada tienen que ver con las que conocimos hasta ahora, ¿se puede seguir creyendo que los instrumentos que la política, al menos de la política de izquierda, había inventado y dado forma para tornar más justo un mundo plagado de desigualdades, pueden seguir siendo los mismos a los efectos de impedir las crecientes injusticias, las disgregaciones y las fracturas sociales, y a la vez poder encaminarnos a esa sociedad a la que siempre hemos aspirado y apostado las mujeres y hombres socialistas? ¿Podemos seguir creyendo que el Estado realmente existente y los partidos políticos tal cual se presentan en los distintos escenarios nacionales están en condiciones de ser los actores fundamentales del cambio de esta sociedad del nuevo milenio, que está integrada por mujeres y hombres que ya no son los mismos que los de hace pocos años, porque su manera de pensar, de sentir, sus fantasías, sus sentimientos, en fin, su subjetividad, difiere en una medida que ni siquiera sospechamos? ¿Cómo dirigirse a ellos, es decir cómo establecer relaciones con ellos, que reaccionan ante la vida, generalmente adversa para la mayoría, con la razón pero también con el corazón, es decir con los sentimientos, con la fantasía y hasta con el mismo cuerpo? ¿Acaso apelando sólo a la razón, con un conjunto de ideas que nosotros llamamos programa, y que generalmente es algo farragoso y muchas veces insustancial y abusivamente reiterativo, al que casi todos abandonan ni bien empiezan a leerlo porque parece más de los mismo y apenas difiere de otros que también le entregaron de la mano? Si bien es cierto que la política es elaboración de ideas que nos permiten entender qué es lo que pasa en el mundo que vivimos para después poder transformarlo y tornarlo más justo, también es cierto que no es solamente eso. La política también es, y en una medida muy importante, comunicación, transmisión, relación, estar al lado del otro, generación de confianza, creación de afectos. Comunidad.

* Invierno de 2005. Texto de formación política, preparado por el Negro para el encuentro de la Juventud Socialista en la Casa del Pueblo de Lanús


Abraham Regino Vigo
El orador (The speaker), 1933
etching, 25 x 22 cm
Museo de Bellas Artes
La Plata

martes, 15 de septiembre de 2015

Concientización en las calles: Cheeky y el trabajo infantil y esclavo (Entrevista Agencia Paco Urondo)

La Juventud Socialista para la Victoria realizó a mediados de agosto una jornada de concientización sobre los nexos entre la firma, los talleres textiles de trabajo esclavo e infantil y el Gobierno de la Ciudad. “Peligro, niños trabajando”, fue el lema.  

Por Diego Kenis
Una suelta de globos negros simbolizó el reclamo y repudio, surgidos del cruce de la política de desentendimiento y omisión estatal del macrismo con las condiciones laborales que ofrecen los talleres textiles que nutren a la empresa de la esposa de su principal referente, Mauricio Macri.
La protesta trocó en negro de luto el amarillo festivo de los globos electorales, por la muerte de tres criaturas sometidas a trabajo esclavo en un taller textil clandestino de Flores, en abril pasado. Con la suelta se cerró una jornada de concientización que, bajo el lema “Peligro, niños trabajando”, se extendió por tres horas de la tarde del sábado 15 de agosto último y tuvo como epicentro a la vereda de uno de los locales de Cheeky, la firma de Juliana Awada.
La convocatoria fue organizada por la Juventud Socialista del Socialismo para la Victoria, que tiene como referente al diputado nacional Jorge Rivas. Unos veinticinco militantes soportaron el hostigamiento de la empresa, entregaron volantes, explicaron la situación y recibieron el agradecimiento de los transeúntes por la difusión. “Los potenciales comprantes del local, en su mayoría, se retiraban al escuchar cómo trabajaba Cheeky y nos daban las gracias por darles esa información”, dijo a Agencia Paco Urondo Andrés Imperioso, joven referente de la organización.

APU: ¿Cuál fue el motivo de la convocatoria?
AI: El 27 de abril de 2015, dos niños murieron quemados en un taller clandestino en Páez 2796, en el barrio de Flores. El problema de fondo se basa en las condiciones en las que vivían esos chicos y sus familias. Si hubiera habido regulación por parte del Gobierno de la Ciudad, esos chicos estarían con sus familias ahora. Convocamos la actividad en el local de Cheeky en Rivadavia al 5096 de Caballito, porque demuestra el cruce de intereses entre una empresa privada que utiliza trabajo infantil y talleres clandestinos para la confección de sus prendas, y entre un ente gubernamental que no cumple sus responsabilidades al respecto. Más aún, Cheek S.A. es propiedad de Juliana Awada, esposa del actual Jefe de Gobierno, Mauricio Macri. Creemos que esto no es casualidad y ante el terrible hecho quisimos salir a la calle a decir lo que pensamos, a mostrar la realidad que se oculta detrás los globos amarrillos.

APU: ¿Qué evaluación hacen de la jornada?
AI: Positiva. Se concientizó a muchas personas que estaban desinformadas sobre el tema. Ellos nos agradecían por lo que estábamos haciendo. Los potenciales comprantes del local, en su mayoría, se retiraban al escuchar cómo trabajaba Cheeky y nos daban las gracias por darles esa información. Además, nos conectamos con varios interesados en el tema, en principio participaremos en conjunto en una charla debate, y luego seguiremos buscando opciones para avanzar sobre la problemática.

APU: ¿La empresa ha emitido algún tipo de respuesta?
AI: Mientras se realizó el escrache, la actitud de parte de Cheeky fue hostilizarnos. Sacándonos fotos, increpándonos y llamando a la policía. Cuando (los efectivos) llegaron y se presentaron ante el local comercial, nosotros alegamos que no estábamos haciendo nada fuera de la ley así que por suerte no pasó a mayores.

APU: ¿Y el macrismo?
AI: No hubo una reacción del macrismo a partir de nuestro escrache. Nosotros consideramos que su política en cuanto al trabajo esclavo es no tocar a ningún empresario.

APU: ¿Se sustancia algún tipo de acción o política paralela al escrache?
AI: Por nuestra parte, estamos con una política de concientización de la ciudadanía. Por ejemplo, durante la actividad, la gran mayoría de la gente, además de mostrar una buena recepción, se mostró sorprendida porque no estaba al tanto de lo que pasaba. Por este motivo, el desconocimiento general, es que continuaremos haciendo charlas sobre la vinculación entre Cheeky, los talleres clandestinos y la complicidad del gobierno de la ciudad.

APU: ¿Cheeky cuenta con beneficios del Gobierno de la Ciudad o algún otro sector del Estado?
AI: El Gobierno de la Ciudad es el encargado de realizar las inspecciones correspondientes de Seguridad e Higiene dentro del distrito. El funcionamiento de estos talleres clandestinos es responsabilidad del Gobierno de la Ciudad, que no cumple sus responsabilidades. Luego de las denuncias presentadas, por ejemplo por Gustavo Vera, el Gobierno no tomó preventivas, ni ocupó el lugar que debería. Más aún, luego del incendio de Flores, el taller fue cerrado durante un día y posteriormente volvió a su normal funcionamiento.
Las prácticas esclavistas de Cheeky vienen siendo denunciadas desde 2007 cuando el Gobierno de la Ciudad, encabezado entonces por Jorge Telerman, la Defensoría del Pueblo y la organización La Alameda denunciaron de manera conjunta y penalmente a la empresa, por prácticas esclavistas en los talleres textiles. En aquella oportunidad, se logró inspeccionar varios talleres de Cheeky con costureros sometidos a la servidumbre, pero un fallo del ex juez federal Guillermo Montenegro, quien se desempeña actualmente como ministro de Seguridad de Mauricio Macri, sobreseyó a la firma.
Hasta ahora, ni las denuncias ni las inspecciones le han alcanzado a la Justicia para intervenir en los manejos que Daniel y Juliana Awada tienen con los empleados textiles. 
Fuente: http://www.agenciapacourondo.com.ar/sociedad/93-trabajo/17158-concientizacion-en-las-calles-cheeky-y-el-trabajo-esclavo.html

domingo, 30 de agosto de 2015

Análisis de las PASO: Con pronóstico reservado, gana el Frente para la Victoria

Análisis de las PASO
Con pronóstico reservado, gana el Frente para la Victoria


Finalizado el escrutinio definitivo de las PASO, podemos hacer un balance de sus resultados. Está claro que las PASO son el mejor termómetro de cara a octubre, con definiciones  no siempre calculadas. También es cierto que entre las PASO y las elecciones generales transcurren más de dos meses, que en política pueden ser eternos. Otro factor a tener en cuenta es que el único antecedente de primarias para elecciones presidenciales fue en el 2011. Teniendo en cuenta estos datos es que podemos analizar los resultados. A nivel general, hay números básicos que es importante saber. La participación rondó el 73%. Otro dato importante a tener en cuenta es que entre tres fuerzas alcanzaron casi el 90% de los votos (FpV, Cambiemos y UNA). El voto en blanco fue alrededor del 5%.
Recordamos que para ganar las elecciones presidenciales sin ballotage se necesita más del 45% de los votos válidamente emitidos, o más del 40% con una diferencia de 10 puntos porcentuales sobre el segundo. Con esta regla, el FpV tiene importantes chances de ganar en primera vuelta.

La situación del Frente para la Victoria
Como candidato del FpV, Daniel Scioli alcanzó el 38,4% de los votos, con una diferencia de más de 8 puntos sobre el total de Cambiemos (30,1%) y con una diferencia de casi 14 sobre Mauricio Macri, el “ganador” de las internas de Cambiemos. Sin embargo, lejos está Scioli del 50,24% de votos que alcanzó Cristina en el 2011. Además de esto, tampoco logró el FpV superar la barrera de los 40% que implicaría estar a la puerta de una victoria en primera vuelta. Un dato positivo es que el kirchnerismo ganó en 20 de los 24 distritos.
Es decir, que a pesar de haber hecho una buena elección, con una clara distancia sobre el segundo, el kirchnerismo no tiene una victoria cantada (por lo menos sin ballotage) en octubre. Para lograr esto, necesitará llegar al piso del 40%, cosa que está muy cerca, y mantener más de 10 puntos sobre Macri como candidato de Cambiemos. En este caso necesitará que Macri no pueda retener los votos de su frente y tampoco apropiarse de los votos opositores de Massa y De la Sota. Por su parte, Scioli deberá seducir a los votos cautivos peronistas, así como de los independientes periféricos al gobierno que se resistieron hasta ahora a votarlo.
Scioli apuesta a sumar 600 mil votos más, para alcanzar un 42% y garantizar la distancia con el PRO. Para esto, apuesta a sumar 5 puntos más en Córdoba, Buenos Aires y Capital. En la provincia mediterránea, el FpV hizo una pésima elección: un 14%, menos todavía de lo que sacó el candidato a gobernador Accastello tiempo atrás: 17%.  Con respecto a la provincia de Buenos Aires, tampoco se alcanzó el resultado esperado. Sobre todo en ciudades como Mar del Plata, Bahía Blanca y La Plata que en este caso ganó la fórmula de Cambiemos. Revertir el resultado en estos municipios y en otros tantos del interior, aumentando la brecha en el conurbano, será la tarea para la provincia. Por último, en Capital, la elección también fue mala, apenas 23,5%. Es decir solo un punto y medio arriba de la elección de Mariano Recalde.
Con estos números replicados en octubre el panorama en el Congreso cambiaría para el kirchnerismo. En el caso del senado, mejoraría dado que haría una mejor elección que en el 2009. Podría así alcanzar quórum propio sin necesidad de aliados. Por su parte, en diputados, el FpV es la fuerza que más legisladores pone en juego, un total de 77. En caso de repetirse la elección en octubre, renovaría 59. Quedaría así con un total de 101 que, con aliados, podría llegar a 114; es decir que le faltarían 15 para alcanzar el quórum.

Cambiemos
Con los resultados a la vista, la interna de Cambiemos parece haberse armado a medida de Mauricio Macri. El candidato del PRO alcanzó un comodísimo 80% de los votos, frente a un 11% de Sanz y un 7% de Lilita Carrió. Así, el frente desliza haberse armado para engordar los votos de Macri y presentarlo como un espacio pluralista. En total, Cambiemos alcanzó los 30 puntos
Con los resultados de la provincia de Buenos Aires (que analizaremos más adelante) y del resto del país, vale reconocer que el PRO ha logrado superar la concepción porteña o urbana que se asociaba a su ideario para adentrarse en los sectores propietarios ligados al campo y a sectores profesionales de todo el país. En un país con una amalgama de sociedades muy distintas, el PRO –como fuerza puramente de derecha liberal- ha logrado de forma inédita en la historia argentina hacer pie en casi todas las provincias como un partido de masas, aunque no mayoritario. Este es uno de los datos más importantes que deja esta elección.
Un párrafo propio merece la situación de la UCR. Está claro que la elección de Ernesto Sanz en la interna de Cambiemos fue pobre (alrededor de 700 mil votos). Esto deja a los radicales fuera de las elecciones presidenciales por primera vez en su historia. A partir de esto, han comenzado los rumores de un nuevo capítulo de la puja interna por el control del partido. Sin embargo, muchos radicales parecen no tomar los resultados como negativos ya que, aun con estos resultados, les permitirá aumentar su bancada en las cámaras por su acuerdo con el PRO.  Es decir que el balance para los radicales todavía no está cerrado.




UNA, un tercero en discordia
La elección del conjunto de UNA fue del 20,63%, con 3 millones de votos para Sergio Massa y un millón 400 mil para De la Sota. En  este escenario, UNA logra presentarse como un actor de peso; basta pensar que alcanzó un porcentaje mayor de votos que el principal opositor en el 2011. Sus dificultades parecen ser, en principio, estos: Primero, el tironeo que va a sufrir de parte del FpV y el PRO en busca de sus votos, asimismo la disputa con el PRO por el segundo lugar; por último, al tener un resultado más parejo de lo pensado entre Massa y De la Sota, las negociaciones entre ambos actores serán más difíciles. Mantener el resultado de las PASO en octubre puede considerarse como un triunfo para este frente. 

Buenos Aires, una provincia que empieza a mutar
Una de las sorpresas de la elección fue el resultado en provincia de Buenos Aires. En primer lugar, María Eugenia Vidal dio el batacazo sorprendiendo con un casi 30% como candidata única de CAMBIEMOS. Este frente ganó en la mayoría de los municipios y en cinco sobre ocho secciones electorales. La mayoría de los distritos en los que ganó pertenecen al interior de la provincia, pero también alcanza a distritos importante como Bahía Blanca o General Pueyrredón (Mar del Plata). UNA, con Felipe Solá a la cabeza, hizo una elección decente alcanzando casi un 20% en un pronóstico que se presentaba polarizado.
Estos resultados van en desmedro del Frente para la Victoria. Encabezando Scioli, actual gobernador de la provincia, el kirchnerismo aspiraba a alcanzar un caudal de votos mayor del que obtuvo: 39,49 (Cristina obtuvo en el 2011 más del 50,31%). La floja elección del actual gobernador y aspirante a la presidencia (¿expresión de una mala gestión?) debilitó hacia las secciones y los municipios al Frente para la Victoria. En cuanto a la interna a gobernador entre Aníbal Fernández y Julián Domínguez, la distancia fue mucho más corta de la anunciada; esto a pesar de los movimientos mediáticos hacia el jefe de gabinete. Otro dato importante se dio en distintos municipios del conurbano donde sorpresivamente perdieron históricos (y reaccionarios) intendentes peronistas. Así fue el caso de Mariano West, Raúl Othacehé, Darío Giustozzi y Di Sabatino, entre otros, en mano de jóvenes más cercanos al kirchnerismo duro. Por su parte, el conjunto de la izquierda rondó el 5% de los votos. 
Las elecciones parecen expresar un cambio en la configuración de la sociedad de la provincia. Lo que históricamente se conocía como el "aparato", una relación donde los políticos fidelizaban los votos mediante implícitos acuerdos de contemplación de necesidades básicas de la población parece estar debilitado. Por el contrario, en una sociedad con más derechos y más politizada, la decisión del voto de la población parece adoptarse de otra manera. De esta manera, en un país con un fuerte desarrollo en los últimos años, es probable que lentamente la formación social que se observa en la capital comience a replicarse atenuadamente en el conurbano y ciudades sojeras del interior, con sus particularidades.

Datos de color
Uno de los hechos que más sorpresa generó fue el resultado de las elecciones en Santa Fe. En esta provincia, el oficialismo provincial del Partido Socialista –en una estrategia conservadora- llevó de candidato a senador a su figura más fuerte, Hermes Binner. Sin embargo, para sorpresa, quedó cuarto en los resultados detrás del FpV, Cambiemos y UNA. Este resultado se concatena con la mala elección que hicieron para la gobernación que casi los lleva a perder la misma. Sin duda, estos resultados hunden más al PS en una crisis política. Desde el 2011, no han podido encontrar su lugar en la política argentina. La mala elección de Stolbizer (que comparte su espectro ideológico) es muestra de esto. En particular, la gestión en Rosario y Santa Fe lo ha llevado a un desgaste interno profundo. En esta coyuntura, las líneas internas que alientan un acercamiento con el kirchnerismo podrían salir fortalecidas.
En cuanto al Frente de Izquierda, el resultado tampoco ha aportado a la unidad de este débil frente. Desde el lanzamiento de Del Caño como pre-candidato por el PTS, las relaciones internas entre los partidos y espacios que componen el FIT se volvieron más tensas. Esto es debido a que el PTS, visiblemente menor en estructura e influencia que el PO, quien además arrastra a prácticamente la totalidad del resto de las agrupaciones del FIT, buscó aprovechar las internas abiertas apelando a un candidato joven para ganar visibilidad. La victoria de Del Caño sobre Altamira parece haber generado un malestar entre el PO y el PTS difícil de zanjar. 

Conclusión
Los resultados de las PASO se han mantenido dentro de las previsiones generales. Scioli quedó como claro ganador aunque sin la garantía de triunfar en primera vuelta en octubre. Por otra parte, con Cambiemos, Macri logró alcanzar los 30 puntos y mantener una distancia de menos de 10 puntos con Scioli; además de quedar segundo cómodo. Por su parte, Massa pudo romper la supuesta polarización entre Scioli y Macri, teniendo buenas elecciones en Buenos Aires y Córdoba. Pero, como tercero en disputa, va a costarle mantener su armado intacto, sobre todo a nivel municipal, para Octubre. Con el resto de la torta, el resto de las fuerzas hicieron una elección pobre. 
Claramente, comparadas con las elecciones del 2011, las PASO presentan un panorama más a la derecha. También, sin la presencia de Cristina en la boleta, la oposición presenta dos armados sólidos que, en su conjunto, superan el 50% de los votos. De cara a octubre, el escenario se mantiene abierto pero con apuestas fuertes. 



martes, 2 de junio de 2015

Macrismo como forma de vida (2 de Mayo, ABC en línea)

Con los resultados de las PASO, un militante se lamentaba en Facebook: “¿cómo puede ser que la misma ciudad del 20 de diciembre de 2001, hoy esté votando masivamente al PRO?¿Qué pasó?”.
Antes de adentrarme en el texto, vale aclarar la necesidad de un espíritu crítico para hacer política. Las definiciones atemporales y ahistóricas al estilo “la ciudad es de derecha y/o gorila” condenan a quienes la pronuncian a la marginalidad política; a resignarse a poder constituir una voluntad mayoritaria. En cambio, el espíritu crítico permite en cambio comprender, indagar, y por lo tanto brindar una respuesta, una propuesta política. Para lograr esto, es menester superar los límites imaginarios del ámbito político para tener una visión social, integral. Es erróneo pensar que se pueden ganar las elecciones por mera ingeniería electoral, propuestas de gestión o marketing sin adentrarse en el denso mundo de la sociedad. Nadie niega lo importante que son estas herramientas, pero solo son útiles bajo determinados contextos.
Antonio Gramsci, dirigente y filósofo del comunismo italiano, en su análisis, ligaba la actividad política a la vida cotidiana de las personas. A diferencia de la politología, que centra su análisis en el sistema político-institucional y ve lo ideológico como meras identidades contrapuestas, Gramsci sostenía que una ideología era “una concepción del mundo con una norma de conducta acorde”. En consecuencia, la hegemonía de un partido no se conseguía por una mera suma de votos, ni por agrupar sectores dispersos sino por medio una concepción político-cultural, que se hiciera carne en el pueblo, a través de sus diferentes realidades y frente a otras ideologías con las que disputaba. Esta concepción, ideada e impulsada por el Partido en la sociedad, sería la que moldearía las preferencias electorales de los votantes
Desde el primer momento, como orden social, el capitalismo genera pautas culturales. El filósofo catalán, Joaquín Mirás, sostiene que el capitalismo no es solo una relación salarial o la existencia de un determinado porcentaje de obreros fabriles, sino que es sobre todo un orden social cultural, un determinado tipo de civilización, que genera pautas para la vida cotidiana. Estas pautas son las que permiten la asimilación de la sociedad de la concepción política dominante. Valores como el consumismo, individualismo y el imaginario de ascenso social son los que genera el capitalismo frente a los impulsos sociales asociativos de solidaridad, fraternidad e igualdad.

La victoria y el kirchnerismo

Luego de la crisis del 2001, el neoliberalismo se encontraba fuertemente debilitado en el país. Había un profundo rechazo a los Bancos, Estados Unidos y sus políticos gestores en el país. El rechazo al neoliberalismo supo expresarlo Néstor Kirchner con su político progresista en materia social y económica, su condena a los genocidas y a la dictadura, su enfrentamiento con el FMI por la deuda, etc. El apoyo que logró con esta política fue masivo. Sin embargo, a partir del kirchnerismo, con el sostenido y constante de los salarios y beneficios económicos, las clases populares dejaron poco a poco atrás su visión crítica del sistema y comenzaron a reconciliarse con este, asimilando una cultura de consumo y notable mejoría. El salto económico que ha dado el kirchnerismo significó para el pensamiento neoliberal un nuevo terreno donde sembrar bases sociales.
La reconciliación como la moda o poder estar a tono con la tecnología. Implica también creer en sus propuestas de vida como las ideas de éxito, ascenso social. Este orden social ofrece la realización personal mediante el consumo, estar a la moda, que implica una pareja reconocida socialmente, cuya consecuencia final es el respeto y el reconocimiento de los pares. Este orden social puramente capitalista rompe, o por lo menos choca, con un orden social comunitario. En un clima económico favorable, como el actual, donde además existe una fuerte política de inclusión social, esto implica una nueva camada de clases medias –su ensanchamiento como clase- con nuevos hábitos y en plena mutación hacia una cultura que los ligue a su nuevo contexto de vida económica.
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La hegemonía del PRO: mucho más que consignas

Pensando las consecuencias de vivir en una sociedad capitalista y su concepción, es de donde podemos partir para pensar algunas causas de la hegemonía macrista en la ciudad y su ascenso a nivel nacional.
El 26 de abril, fecha del PASO porteñas, también se cumplió un aniversario de la brutal represión en el Hospital Borda por parte de la policía metropolitana (macrista). En ese entonces el repudio y las actividades en contra fueron masivas. A dos años, solo el recuerdo perdura; y los juicios a los militantes que resistieron (mientras la cúpula del PRO fue absuelta). El año pasado también fue masivo el repudio a la clausura de centros culturales; hasta se logró que se vote la ley de centros culturales. También la gestión de la ciudad ha sido mala. Teniendo un presupuesto más alto que nunca, la ciudad se encuentra peor que ocho años atrás. Los hospitales y las escuelas están peor. El subte es más caro y también funciona peor. La política cultural se ha degradado, etc.
A pesar de los ejemplos de rechazo al macrismo en la ciudad, el PRO continúa con un apoyo inquebrantable. El PRO no solo no se ha debilitado en la ciudad, sino que se expande en los principales distritos del país. La sorpresa de la expansión macrista es inevitable cuando uno ve los pocos resultados de su gestión y la capacidad mediocre de su dirección política.
El PRO tiene su base en el individualismo que estimula el capitalismo. Su relato para justificar estos diez años se cementa en sacrificio personal para el ascenso económico y no en un logro colectivo llevado adelante por un gobierno comprometido. De una manera envidiable, en su estética de propaganda se expresa su ideología; un partido político que se parece más a una marca de consumo.
La salvedad que se podría hacer es que hay un voto de niveles socio-económicos bajo que va masivamente al PRO. Hay dos notas periodísticas de los últimos días que vale la pena leer para conocer mejor el entramado del bloque político del PRO. La primera se llama “De Evita a Mauricio: El PRO villero”, una entrevista al presidente de los jóvenes PRO y referente villero. La otra nota es “Como en Amsterdam”, una crónica de los encuentros con vecinos de Rodríguez Larreta. Ambas notas, ejemplifican, desde vivencias, como se construye la hegemonía del PRO desde abajo.
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Límites y posibilidades

La pregunta es entonces ¿El kirchnerismo tiene la culpa del ascenso macrista? La respuesta es No. Este fenómeno excede al kirchnerismo, pero aún así es importante remarcar la necesidad de una profunda transformación político-cultural que acompañe el desarrollo económico.
Por eso la pregunta debe ser más bien ¿es inevitable el fenómeno del PRO? ¿Qué puede hacer el kirchnerismo para parar al PRO?
En principio surgen dos posibles respuestas, a mi modo de ver, erróneas. La primera, puesta bastante en práctica, es intentar centrar la política en la ciudad a una cuestión de gestión del Gobierno de la ciudad, reducir la disputa política a una disputa tecnocrática. Así, en este caso, el kirchnerismo se presenta como una fuerza más seria y capaz para gestionar frente a la capacidad mediocre del PRO. Entendiendo el componente de “clase media gorila”, evita expresar su ideología, puesta de manifiesta a nivel nacional, para buscar jugar en el mero terreno técnico-político.
Sin embargo, a pesar de la voluntad política, para los votantes porteños con su nueva cultura arraigada, la opción de “gestión” kirchnerista no es creíble; implica una sensibilidad social, que se expresa a nivel nacional, que no tiene nada que ver con sus valores individualista. Casi que hay un voto orgánico de clase. A pesar de los discursos, aunque sea intuitivamente, las personas votan mucho más que el arreglo de una calle. Votan valores, empatías, esperanzas, afinidades, etc. es decir concepciones.
La otra opción errónea que parece hacerse presente es la opción “economicista”. Es decir, resignarse a ganar la ciudad comprendiendo el mayoritario buen nivel de vida. La otra alternativa bajo la misma opción es creer que solo un retroceso económico del país, con sus consecuencias sociales, puede horadar en la concepción neoliberal-
individualista impregnada en los porteños y, de este modo, lograr un avance de una propuesta política progresista.
Sin embargo, existe otra posibilidad que pueda constituirse como voluntad mayoritaria y que no esté atada a una visión economicista. Aún con un crecimiento económico importante, es posible formar una cultura, una vida cotidiana, social, democrática y solidaria. Aunque quizá no haya alcanzado, el kirchnerismo ha forjado las bases para una nueva cultura; los hitos en derechos humanos son un ejemplo. En la ciudad, como fenómeno indirecto, también está la emergencia masiva de actores culturales, autogestivos, independientes, etc. Las prácticas comunes, asociativas, ligadas a lo público, son la vía hacia una cultura contrapuesta a la concepción neoliberal que expresa el macrismo. Para que esta cultura asociativa sea hegemónica se debe realizar un gran esfuerzo, una acción profunda para modificar la sociedad. Si contamos con cientos de radios barriales, medios de comunicación, revistas culturales, sindicatos, clubes, asociaciones de jubilados, murgas, hasta consorcios de edificios, es decir distintos actores públicos, conscientes de su rol político y actuando en consonancia es posible disputar con éxito la hegemonía de la ciudad.
Se trata en el fondo de cambiar la forma de vida de la sociedad, sus valores y su vida cotidiana. Es una tarea titánica, sí, pero de eso se trata la política.


Publicado en: ABC en línea http://abcenlinea.com.ar/el-macrismo-como-forma-de-vida-3/

lunes, 2 de febrero de 2015

¿Quién cultiva la democracia en la cultura? El rol del Estado nacional y de la ciudad (Revista In-Disciplina n°2)


"Lukacs había comprendido cómo, tras la segunda guerra mundial había surgido una industria capitalista para el consumo, o productora de bienes de consumo, que había conseguido penetrar la vida cotidiana de las clases subalternas, y liquidar las viejas culturas populares, urbanas y campesinas, autogeneradas por los propios individuos mediante su hacer autotélico, y que era el suelo de la protesta y la oposición al capitalismo.
En consecuencia, la actividad política debería asumir la tarea de reflexionar sobre este grave problema y encontrar formas de hacer política que devolvieran a las clases populares su autonomía cultural y su dominio sobre la vida cotidiana.”
Conversaciones con Lukács


Recientes noticias ligadas al plano de la política cultural del Estado nacional y de la ciudad de Buenos Aires han generado un debate en torno a la relación de política y cultura. Este artículo se propone brindar conceptos básicos para el análisis de la relación de política y cultura; describir las iniciativas más trascendentes en política cultural de los últimos años; y, por último, analizar, de forma comparada, la política cultural del gobierno nacional y el gobierno de la ciudad.

De forma creciente, se ha instalado en la sociedad un debate acerca de la relación entre cultura y política. Esto acompaña la creciente politización de la sociedad que entiende el rol fundamental que ocupa la cultura en cuanto desarollo de las ideas y valores políticos de las personas. Así, iniciativas en materia de política cultural, que otrora se consideraban secundarias para el común de la gente, han sido objeto de fuertes debates. Gracias a diez años de crecimiento económico sostenido y a una fuerte política nacional de inclusión social, la sociedad se ha revitalizado.
Lo importante se vuelve ahora definir cuál es la cultura que emerge. La mera culturización de los sectores populares no garantiza su sentido progresista. Ya Max Horkheimer, filósofo y miembro de la Escuela de Frankfurt, se lamentaba y advertía: “No criticamos la cultura de masas porque dé demasiado al hombre o porque le haga la vida demasiado segura, sino porque hace que los hombres reciban demasiado poco y demasiado malo, se adapten a la injusticia y el mundo se cristalice”[1]. La cultura, para mantener su sentido progresista, debe estar ligada a la creación democrática del pueblo, sin imposiciones ni condiciones[2].  Es decir que el rol del Estado debe ser garantizar las condiciones para un libre e igual desarrollo de los actores de la cultura.

¿Qué cultura? Cultura, sociedad y Estado
Si existe una cultura popular es debido a que la cultura no es homogénea, como no es homogénea la sociedad. El patrón central que genera diferencias en el campo de la cultura es la dinámica de clases sociales. En relación con la lucha de clases y el desarrollo de la sociedad el concepto de cultura ha ido evolucionando también. En los últimos siglos, en conjunto con la aparición del pueblo en el ámbito político y civil, ha tomado más fuerza el concepto de “cultura popular”. En términos clasistas, este concepto se contrapone al de “alta cultura”, ligada a una visión aristócrática y elitista de la cultura.
Theodor Adorno, filósofo y colega de Horkheimer en la “Escuela de Frankfurt”, señala que en un principio, cuando las clases subalternas no participaban de los ámbitos políticos y, por lo tanto, no existía una política de la clase dominante hacia la cultura popular secular, la cultura popular era de por sí progresista[3]. La “maldición” que encuentra con el arribo de la modernidad es que “la actual cultura de masas parece ser su adhesión a la ideología casi intacta de la primitiva sociedad de clase media, en tanto que las vidas de sus consumidores están completamente fuera de tono con esa ideología” (Adorno, 2002: 13). Para Adorno, la cultura popular sufre un proceso cada vez mayor de alineación, transformándose en los valores y normas para “una estructura social cada vez más jerárquica y autoritaria”. Esto es posible por una “industria cultural” que se impone sobre la cultura popular espontáneamente generada.
En el mismo sentido se expresa el extracto de Lukacs con el que comienza el artículo. Gyorgi Lukacs, filósofo marxista húngaro, contemporáneo de Horkheimer y Adorno, advertía que, a lo largo del siglo XX, el capitalismo había logrado penetrar en “la vida cotidiana de las clases subalternas”. Sin embargo, a diferencia de Adorno, Lukacs veía una alternativa posible en la democracia, en su sentido profundo, y en la capacidad de autonomía[4] de las clases subalternas.
También, tiempo antes, el dirigente comunista y filósofo Antonio Gramsci había advertido de los cambios culturales y sociales los avances del “americanismo”, concepción social ligada al fordismo. Con este novedoso estado de situación, Gramsci advertía que la densidad cultural de la sociedad aumentaba y que la disputa política iba desarrollarse sobre todo en el campo de la cultura, en sus distintas expresiones  (Gramsci, 2009)

La batalla cultural: ¿democracia o mercados?
La reciente creación del Ministerio de Cultura a nivel nacional y, por otra parte, la serie de persecusiones y clausuras en la ciudad de Buenos Aires ha provocado una fuerte polémica en el mundo de la cultura. El contraste entre ambos hechos evidencia que la política cultural implica un abanico de opciones. Estas opciones no son aleatorias, sino que son premeditadas y llevadas adelante bajo una determinada concepción ideológica.
A nivel nacional, la creación del Ministerio de Cultura culmina una serie de iniciativas del gobierno nacional que expresan la decisión de otorgarle a la política cultural un rol central. El concepto central para observar la política cultural, a nivel nacional, en estos diez años, es la idea de democratización. Esta idea implica no sólo la ampliación del acceso a las manifestaciones culturales, sino también la multiplicación de las voces. Democratización implica universalización de la práctica cultural, garantizar libres e iguales condiciones de producción. Las consecuencias de la democratización son múltiples. Una de estas, quizá la más importante, es la progresiva desmercantilización de la cultura dado que, con el fomento a los pequeños artistas y productores culturales, la lógica del negocio queda atenuada ya que no es el mercado quien regula el sector.  Estos valores democratizadores que llevó adelante el kirchnerismo en su gestión revitalizó la sociedad y permitió que florezca un rico mundo de cultura autogestiva.
Las últimas iniciativas en materia cultural, llevadas adelante por el Estado nacional, se desarrollaron estimuladas por la ley de servicios audiovisuales (l. 26522). Esta ley quebró décadas de regulación legal favorables a la concentración de los medios de comunicación. Ya desde su formulación, el Frente para la Victoria buscó implicar a toda la sociedad en su debate; invitó a periodistas, intelectuales y agentes de la comunicación de todo tipo para que se expresen en torno a la ley. El kirchnerismo  evidenció el contraste entre la concentración de los medios de comunicación y, por otra parte, la posibilidad de una la democracia comunicacional, llevada adelante por los medios barriales, autogestivos, independientes. La decisión por parte del Estado nacional de intervenir y regular el “mercado” de la comunicación abrió las puertas a futuras regulaciones de la sociedad civil. Esto se debe a que ofreció una alternativa de protección y distribución de recursos en un ámbito que se creía hasta entonces solamente regulado por el mercado; no sólo eso sino que intervino en uno de los ámbitos más desiguales del plano de la cultura.
Junto con la ley de servicios audiovisuales surgió, poco tiempo después, el proyecto de la “ley de música”[5]. Distintos gremios de músicos comenzaron a trabajar en una propuesta que logre amparar su trabajo y su espacio en la cultura. Al igual que muchos otros agentes culturales, los músicos quedaban desprotegidos económicamente frente a los empresarios que les imponían sus condiciones. En el avance de la votación de la primera parte del proyecto, gran parte del espectro de músicos avanzó en su conciencia como trabajadores de la cultura así como en su organización como colectivo. Un elemento importante que los músicos, especialmente los agrupados en la UMI (Unión de Músicos Independientes), tuvieron en cuenta es la importancia de la desmercantilización de la cultura para lograr un arte pleno. Es ejemplar el fundamento central por el cual los músicos promueven el proyecto de ley: "Es Función del Estado hacer política Cultural en forma directa, pero también hay una necesidad de expresión artística de los Pueblos que hay que promover, son los anticuerpos Culturales que genera una Sociedad ante lo Hegemónico  de un Mercado cada vez mas Globalizado. Es por eso que para contener y fomentar parte de esas expresiones artísticas es que el Estado debe darle herramientas a la sociedad, para que la sociedad, pueda hacer política Cultural a través de sus artistas" ( www.musicosconvocados.com)
Por último, para delimitar las ejemplificaciones, se añade el proyecto de ley para la protección a las revistas culturales e independientes[6]. Este proyecto, llevado adelante por el diputado nacional Jorge Rivas y ARECIA (Asociación de Revistas Culturales Independientes), busca proteger el emergente mundo de revistas autogestivas que se encuentra amenazado por las acciones agresivas de los grandes actores que controlan el mercado. Proteger y fomentar las revistas autogestivas e independientes garantiza la democracia, la pluralidad de voces y también evita la producción cultural condicionada por las demandas del mercado.
En oposición de lo que sucede a nivel nacional, en la ciudad de Buenos Aires, el gobierno que encabeza Mauricio Macri extiende una política cultural guiado por una concepción neoliberal de la cultura. Así, el Pro busca eliminar toda práctica cultural que no esté concebida por lógicas mercantiles, es decir que busca eliminar las prácticas culturales ligadas a lo autogestiva o independiente. Esto tiene como fin garantizar una competencia donde los grandes empresarios de la cultura ligada al espectáculo y la comunicación tengan más facilidades para sus negocios. Esta política fomenta la concentración de la producción cultural a su vez que la mercantiliza.
Un ejemplo de esto ha tomado carácter público en las últimas semanas. La sistemática persecución y clausura de centros culturales por partes de inspectores del gobierno de la ciudad se ha vuelto noticia. El alegato que utilizan los funcionarios públicos es la falta de habilitación ante el uso comercial en una actividad. Sin embargo, lo que esconde el alegato de los funcionarios es la intención de prohibir las manifestaciones de la cultura popular por fuera de los circuitos comerciales establecidos. Existen más de 50 centros culturales clausurados, con un sinnúmero de personas y artistas afectados.  La clausura de los centros cultura no es una política aislada para el gobierno de la ciudad, puede a esto añadirse la persecución de los artistas callejeros y el vaciamiento de los talleres en escuelas y centros culturales dependientes del gobierno de la ciudad.

Conclusión
El kirchnerismo ha impulsado una política cultural democratizadora, que estimula y protege la propia producción cultural de la sociedad. Esta política se encuentra en franca oposición a una concepción de la política cultural neoliberal. Ésta supone una cultura regulada por el mercado y, por lo tanto, donde los valores de los grandes actores se imponen. El macrismo, gobierno en la ciudad de Buenos Aires, es una clara expresión de una concepción neoliberal de la cultura. Desde la ley de servicios audiovisuales, por parte del Estado nacional han habido múltiples iniciativas progresistas en materia cultural. Estas iniciativas comparten una base común, independiente y autogestiva.
También es importante aclarar que aunque en los últimos años se ha dado un gran avance en materia de política cultural todavía queda un gran camino por recorrer. A pesar de todo, siguen siendo los grandes medios concentrados los principales actores culturales. Su capacidad de producción y su capilaridad en la sociedad es mayor que la del Estado. Es por eso que también es importante señalar que solamente con la aprobación de las leyes no alcanza sino que es necesario la decisión política de ejecutar a fondo lo que se vota.
Hoy nos encontramos con una sociedad con una intención cada vez mayor de autogestionarse y de ser dueña de su producción social. Este ímpetu nació en la peor crisis del país, en el año 2001, se materializó y cobró fuerza durante todo el kirchnerismo. La simultánea politización y producción cultural popular no es una casualidad, sino que responde a un fortalecimiento de la conciencia de las clases populares. Éstas, cada vez más conscientes de su propia realidad van forjando sus propias herramientas, económicas, políticas y culturales.

Bibliografía
Adorno, Theodor W (2002). Televisión y cultura de masas. Ediciones Lunaria. Buenos Aires.
AAVV (1971). Conversaciones con Lukács. Alianza. Madrid
AAVV (2006). Diccionario de la lengua española. Real Academia Española. Buenos Aires
Bertomeu, María Julia (2006). “Terry Eagleton: La crítica cultural, la filosofía y el socialismo”. Revista Sin Permiso. n°1. España
Gramsci, Antonio (2009). Antología. Siglo XXI. Buenos Aires
www.revistasculturales.org.ar

Agradezco a mis compañeros de militancia los comentarios, aportes y sugerencias para este artículo.

Andrés Imperioso. Licenciado en Ciencia Política (UBA). Asesor parlamentario del diputado nacional Jorge Rivas (FpV). Miembro de la Red de Casas del Pueblo.




[1] Citado en Adorno, Theodor W. Televisión y cultura de masas. Ediciones Lunaria. Buenos Aires. 2002
[2] No es casualidad la estrecha relación de la economía social y el movimiento cultural. Ambas actividades son complementarias y tienen una concepción común autogestionaria y democrática. Además, la economía social permite relaciones económicas mediadas por lo humano, un fin que se encuentra también en la cultura.
[3] Así lo señala: ”Una de las diferencias significativas parece ser que en el siglo XVIII el propio concepto de cultura popular -que en sí mismo avanzaba hacia una emancipación de la tradición absolutista y semifeudal- tenía un significado progresivo, haciendo hincapié en la autonomía del individuo como ser capaz de adoptar sus propias decisiones” (Adorno, 2002: 13)
[4] Lukács recupera a un Marx aristotelizado y al concepto de hombre como ser praxeológico cfr. “Terry Eagleton: La crítica cultural, la filosofía y el socialismo” de María Julia Bertomeu (Sin Permiso, n°1, 2006)
[5]  La primera parte del proyecto se encuentra aprobada y es ley (l. 26801). ver www.musicosconvocados.com
La Creación de un Circuito Cultural Social que tenga como función acercar distintas expresiones musicales a sectores que tengan escaso o nulo acceso a esta manifestación del arte
La Formación Integral de un Músico poniendo énfasis en el conocimiento profundo y organizado de los distintos Derechos Intelectuales (Compositor y Autor, Intérprete, y Productor Fonográfico ) y de sus derechos laborales

[6] Para conocer más acerca del proyecto de ley y del estado de situación de las revistas culturales en Argentina, ver: www.revistasculturales.org

jueves, 18 de diciembre de 2014

DEMOCRACIA EN LA PRIMAVERA CULTURAL (Publicado en El Ecunhi de Bolsillo)



Lic. en Ciencias Políticas (UBA) Actualmente se desempeña como asesor del diputado nacional Jorge Rivas (FPV) y es miembro de la Mesa Nacional del Partido Unidad Socialista para la Victoria. El pasado 11 de octubre participó en el ECuNHi en la mesa de debate sobre proyectos de ley y experiencias políticas en el campo editorial, en el marco de “Mercado Negro”, la feria de publicaciones comunitarias, autogestivas e independientes. 

Una década ganada, un paradigma de cultura 
La “década ganada” sintetiza la idea de que, durante el kirchnerismo, Argentina logró importantes avances en materia social. Y con la creación del Ministerio de Cultura de la Nación, la “década ganada” se extiende también al plano de la cultura, culminando una serie de iniciativas que expresan la maduración de un nuevo paradigma cultural (y de sociedad) en nuestro país. Estas iniciativas se desarrollan guiadas por la ley de servicios audiovisuales, que ejemplifica el concepto de democratización en el plano civil. Desde un principio, el kirchnerismo comprendió que, para llevar adelante una sociedad justa, era necesario garantizar condiciones de vida dignas, además de terminar con las prácticas autoritarias en cualquier ámbito. Estos valores democratizadores que el Frente para la Victoria llevó adelante en su gestión permitieron que floreciera un rico mundo de cultura autogestiva de todo tipo. Lo inédito del actual proceso, en relación con cualquier otro de la historia argentina, es que se entronca con históricas demandas de la sociedad, dándoles respuestas no como imposición del Estado sino como un estímulo para que la misma sociedad se desenvuelva. Por otra parte, en la ciudad de Buenos Aires, el gobierno de Mauricio Macri también parece llevar adelante un proyecto de cultura y sociedad. Así, en las últimas semanas, ha tomado carácter público la sistemática persecución y clausura de centros culturales por parte de inspectores del Gobierno de la Ciudad. Los funcionarios públicos alegan falta de habilitación para el uso comercial en una actividad y esconden su intención de prohibir las manifestaciones de la cultura popular sin fines lucrativos. Guiados por un paradigma neoliberal de la cultura, el PRO busca eliminar toda práctica cultural por fuera del mercado (es decir, la autogestiva o independiente) y garantizar una competencia donde los grandes empresarios del espectáculo y la comunicación tengan más facilidades para sus negocios. Más allá de la importancia de la cultura como un el ámbito donde se desarrolla la opinión pública (es decir, de comprender la cultura como una formadora de conciencia) lo que estimula el PRO es una industria cultural del espectáculo, donde la sociedad actúe como espectador pasivo de una serie de valores que no puede alcanzar pero que seducen; la reciente designación de Marcelo Tinelli como Personalidad de la cultura por parte del Gobierno de la Ciudad expresa esto. Así, la batalla cultural donde se contraponen el macrismo (neoliberal) y el kirchnerismo (democratizador) es de capital importancia porque moldea los valores de la sociedad y su cosmovisión. De este modo, con la maduración de la sociedad y la politización cada vez mayor de los jóvenes, comienzan a surgir debates profundizadores del actual estado de situación. Uno de ellos ha emergido a raíz de la reciente serie de clausuras de centros culturales en la CABA: ¿qué es la cultura?, ¿cuál cultura queremos? En el caso particular de la ciudad de Buenos Aires, ella cuenta con la especificidad de ser una de las de mayor densidad cultural del mundo. La oportunidad de debatir que se abre implica también la posibilidad de pensar qué sociedad queremos.

Una cultura, una sociedad que emerge 
La economía social surge asociada a cada una de estas iniciativas. Su causa reside en que alberga a las relaciones económicas no mediadas por el mercado, por la brutalidad que tiene como fin el lucro. La economía social permite relaciones económicas mediadas por lo humano, un fin que se encuentra también en la cultura. Para sintetizar, el concepto central para observar la política cultural a nivel nacional en estos diez años es la idea de democratización. Esta idea implica no sólo la ampliación del acceso a las manifestaciones culturales, sino también la multiplicación de las voces. Democratización implica universalización de la práctica cultural. Las consecuencias de la democratización son múltiples. Una de éstas, quizá la más importante, es la progresiva desmercantilización de la cultura. Dado que, con el fomento a los pequeños artistas y productores culturales, la lógica del negocio queda atenuada, ya que no es el mercado quien regula el sector.

Fuente: http://nuestroshijos.org.ar/wp-content/uploads/EdB-74-Noviembre.pdf